martes, 29 de noviembre de 2011

La Pérdida de la Libertad




El ataque a las libertades REALES empieza en los años treinta del siglo XX, en Europa y Norteamérica. En Alemania, el III Reich pone una serie de cortapisas a las actividades de sus ciudadanos de origen racial judío. Ello estaba previsto en el programa electoral del NSDAP. Los judíos alemanes no eran considerados súbditos del Reich, y pasaban a regirse según el Estatuto de Extranjería; por consiguiente, no podían ser funcionarios del Estado ni miembros de las Fuerzas Armadas, ni podían dedicarse a la docencia, ni al periodismo, ni a la banca, ni a otras actividades reservadas exclusivamente a los ciudadanos.

Ante esta Alemania, se iba constituyendo el bloque de las grandes democracias occidentales, cuya bombástica propaganda aseguraba propugnar los puros ideales democráticos, con la Igualdad en la cabeza. Pues bien, en la 3ª República Francesa, los ciudadanos israelitas gozaban de una situación de privilegio, que fue oficializada por la insólita Ley Marchandeau, que les colocaba al amparo de cualquier clase de crítica, fuera justificada o no. Es decir, de acuerdo con dicha ley, al aludir a un delincuente determinado, no se podía añadir el correspondiente gentilico, si aquél resultaba ser judío. Por ejemplo, no se podía decir, ni mucho menos escribir, “el estafador judío Stavisky”, pero sí “el tirano ruso Romanov” o “el loco criminal germánico Hindenburg”. Acuérdese, lector, que estamos hablando de los años 30, antes de cualquier hecatombe humanitaria por todos conocida.

Un inciso, Marchandoeau no era precisamente lo que se ha dado en llamar un fanático iluminado izquierdista. Aunque francmasón, ese letrado del Partido Radical (centro-derecha), varias veces ministro, se distinguió siempre por su defensa de los valores tradicionales. Siendo Ministro de Justicia con Daladier, “parió” su famosa ley pro-israelita. Presidente de la Asociación de Alcaldes de Francia (era alcalde de Reims), conservó sus funciones en el Estado Francés del Mariscal Pétain, facilitando la huida de judíos notables al Africa del Norte. Pero tras la reconquista de Francia, tuvo serias dificultades con los depuradores, entre los que, por cierto, abundan los judíos. Fue declarado “indigno nacional” y su periódico “L’Eclaireur de l’Est” fue confiscado. Sus “hermanos” sólo pudieron salvarle de la cárcel. Así paga el Diablo.

Tras la terrible carnicería de la II Guerra Mundial, y al estallar la paz, empezaría la represión de los vencidos y de los que con ellos habían colaborado de un modo u otro. Hablemos de Francia, la Patria de los Inmortales Principios.

En un discurso pronunciado en 1943 en Casablanca, Marruecos francés, De Gaulle indicó el camino a seguir en un discurso violentamente contrario a los hombres de Vichy, palabras más, palabras menos, dijo “de esos hombres no hay más que una palabra a decir: traición; no hay más que una cosa a hacer: justicia. Clemenceau decía que l país sabría que era defendido. Nosotros decimos: el país sabrá un día que ha sido vengado”.

Venganza!, se pronuncia la palabra en el momento en que De Gaulle organiza y prepara el reconocimiento de su perennidad y su legitimidad al firmar una ordenanza que instituye una comisión de depuración en el titulado “Comité francés de liberación nacional”.

Los Aliados todavía no han “liberado” a Francia, pero ya la principal preocupación de De Gaulle parece ser la “depuración”. Y en lo que él llama, entonces “Francia de Ultramar”, organiza un proceso político que marcará la pauta de los que van a seguir. Se trata del llamado “Proceso Pucheu”.

Pierre Pucheu, ignorante lector, había sido, en el gobierno de Vichy, Ministro de la Producción Industrial y luego Ministro del Interior, hasta Abril de 1942, antes de llegar al África del Norte, vía España, y no sin antes haberse puesto en contacto con el general Giraud para ponerse a su disposición. Víctima de la rivalidad entre Giraud y De Gaulle, Pucheu fue procesado acusado de traición. Los comunistas, muy influyentes en Argel, reprochaban a Pucheu su pasado derechista, "xenófobo" y "antisemita", y también haber sido responsable de la policía petainista que había perseguido enconadamente a los comunistas de la Francia metropolitana. Pucheu fue condenado a muerte tras un juicio que incluso los políticos franceses, que no pueden ser tildados de sospechosos, calificaron de escandaloso. De Gaulle rechazó la petición de gracia por “razones de Estado”.

He aludido al General Giraud y aquí y ahora es necesario un inciso para aclarar las razones del meteórico ascenso del Coronel (y autonombrado General) Charles De Gaulle.

Cuando Francia se hundió (estúpida y) militarmente en junio de 1940, los ingleses, fieles a una de sus tácticas seculares, buscaron a un cipayo que les ayudara a continuar su propia guerra. Todos los políticos de relieve se habían agrupado junto al Mariscal Pétain, con la prácticamente única excepción del patético Paul Reynaud, que había sido detenido al atrevasr España, camino del Africa del Norte, portador de una maleta con los fondos secretos del Minsterio del Interior. Spears, embajador británico en París y pariente de los Rothschild, tanteó sucesivamente, y sin éxito, a los generales Nogués y Esteva, y al Almirante Darlan (por cierto, maricón amigo de De Gaulle y misteriosamente asesinado en Argel en 1942). Finalmente, a falta de una figura representativa, se debió conformar con el Coronoel De Gaulle, que, una vez en Londres, se nombró a sí mismo General, pero…. al entrar en guerra los Estados Unidos, su gobierno, que no parecía apreciar la cabeza de la llamada “Francia libre”, al general Weygand, héroe de la I Guerra Mundial. Al reafrimar éste su lealtad al régimen de Vichy, los americanos eligieron como “candidato” al General Giraud. Al frente del VII Cuerpo de Ejército, se internaron en el Castillo de Koenigstein, donde gozó de una libertad muy poco vigilada; tampoco, que se evadió, tras haber dado su palabra de no hacerlo.

Llegado a la Francia No-Ocupada, y con la complicidad de las autoridades de Vichy, consiguió llegar a Argel. Entre De Gaulle (el hombre de Londres) y Giraud (el hombre de Washington), pronto estalló una feroz rivalidad. Sostenido por los amerianos, Giraud se adelantó a su rival y fue nombrado “Comandante”…. en “Jefe”. La prensa gaullista de Argel armó un alboroto de los mil diablos y acusó a Giraud de oponerse al restablecimiento del Decreto Crémieux (que había concedido en bloque la nacionalidad francesa a los judíos argelinos y que Vichy había anulado). Los israelitas de Nueva York protestaron y el Barón Edouard de Rothschild elevó una indignada protesta al Departamento de Estado. Los dos generales decidieron constituir un “Comité de Liberación”, del que formarían parte, además de ellos dos, otros cuatro delegados. Giraud presentó al General Georges y a Jean Monnet. De Gaulle, al General Catroux, judío, y a Massigli, pero en el último momento, De Gaulle impuso un quinto delegado, un abogado israelita de Argel llamado Abbadie. El juego había termnado. En los meses siguietes, De Gaulle, que disponía de la mayoría, se aprovechó para arrebatarle prácticament todos los poderes a Giraud. En julio de 1944, un lacónico comunicado anunciaba que el General Giraud había resultado gravemente herido de un tiro en la cabeza disparado por un sodado senegalés borracho. No se volvió a oir hablar de Giraud.

Cuando las tropas Alidas echaron a la Wehrmacht de Francia, los tribunales de la venganza gaullista empezaron a actuar. Sencillamente, estalló la paz. Miles de intelectuales cayeron fusilados, otros miles huyeron, entre ellos, uno de mis autores favoritos, Alexis Carrelll, autor de la “Incógnita del Hombre”, libro que si usted no ha leído, lector, le aconsejo que lo haga inmediatamente.

Se calcula que murieron aproximadamente 800,000 personas, casi todos civiles, en la Francia de la post-guerra a manos de los "liberadores". Francia batió récord de asesinatos mantenido desde 1789. Para que se dé una idea, amable lector, el número de franceses muertos a manos de los nacional socialistas alemanes (incluyendo soldados franceses caídos en batalla durante la guerra frente a la Wehrmacht) fue de 115,000.

Terminada la guerra, en Francia, en toda Europa, en todo el Mundo, una nueva Inquisición había nacido, presta a ejecutar a cualquiera con las agallas de decir la VERDAD.

RH

No hay comentarios:

Publicar un comentario